La Fobia Social o Trastorno de Ansiedad Social (TAS), se caracteriza por un miedo intenso, persistente y excesivo ante el posible análisis de los demás, a causa de situaciones sociales o acciones que una persona se ve expuesta. El miedo que sufre la persona con fobia social es el ser observada mientras dice o hace algo ante gente desconocida, y que dicha situación sea para ella humillante o embarazosa; es decir, miedo a un examen crítico por parte de los demás y, como consecuencia de él, verse rechazadaLas situaciones sociales, como son temidas, se evitan, y si no es posible, se soportan con elevados niveles de ansiedad muy perturbadora e incapacitante.

La fobia social acaba interfiriendo de forma muy notable en la vida de la persona y en sus relaciones con los demás (éstas se limitan a las personas de su círculo familiar), pudiendo derivar en un grave problema de aislamiento social.

En los niños, el miedo y la ansiedad se manifiestan con llanto, rabietas, quedarse paralizados, asirse al adulto, encogerse, no poder hablar en situaciones sociales, y estos comportamientos se producen tanto en las relaciones con adultos como con sus iguales.

Es muy habitual que la persona con fobia social, cuando sabe que va a vivir una situación temida, días o semanas antes de enfrentarse a la misma ya está sufriendo las posibles consecuencias en su imaginación, y las vive en su cuerpo, con ansiedad intensa o incluso con ataques de pánico; esto es la ansiedad anticipatoria (se imagina con pensamientos atemorizadores la situación social futura, y se sufre la ansiedad como si la viviera realmente).

Los criterios diagnósticos de la fobia social, según el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-V de la American Psychiatric Association 2014,  indican que la persona tiene miedo o ansiedad intensa en las situaciones sociales que está expuesta al posible examen y juicio por parte de otras personas, y además evita las situaciones temidas. Otros síntomas característicos de la fobia social son:

  • A nivel físico, miedo a ruborizarse, a tener temblores, dificultades al hablar, tener nauseas, o necesidad imperiosa de micción, sudoración, entre otros.
  • A nivel cognitivo, la persona se centra en sí misma y solo observa sus síntomas de ansiedad, sus pensamientos y emociones negativas y sus propios errores; con ello surge una cascada de miedos, confusión y dificultades de concentración que aceleran la reacción de miedo.
  • A nivel de conducta se evitan las situaciones sociales temidas, y si en ocasiones no pueden, se buscan conductas de seguridad, evitando participar en las conversaciones o ser el centro de atención, entre otros.

Existe una gran variabilidad individual en los fóbicos sociales, en función de las situaciones que temen, las reacciones y las creencias que presentan, y el nivel de evitación de las mismas. Las situaciones que se temen pueden ser, desde específicas limitadas a una sola situación social, hasta generalizadas a todas las situaciones de interacción social, y el hecho de temer una o varias situaciones características no significa que se teman todas las de una categoría.

El miedo o la ansiedad son desproporcionados al riesgo real que plantea la situación de ser evaluado negativamente, y para las consecuencias de dicha evaluación negativa. Los fóbicos sociales suelen evitar las situaciones que les provocan mucho malestar. Algunas de las más significativas son:

  • cuando se relacionan con los demás: hablar en público y en reuniones formales, iniciar y mantener conversaciones y más con desconocidos, unirse a conversaciones que ya han empezado, mirar a los ojos, hablar de temas personales, conocer a gente nueva y más con el sexo opuesto.
  • cuando son observados por otros en situaciones en que: comen, beben, escriben, usan los servicios públicos, hablan por teléfono, y cualquier conducta en la que ellos sean el centro de atención.
  • cuando se relacionan con los demás para ejercer conductas asertivas: para que otros modifiquen su conducta molesta, devolver artículos que ha adquirido y no desean, realizar una reclamación, mantener sus opiniones, interactuar con figuras de autoridad.

La edad de inicio del trastorno de ansiedad social está entre los 8 y 15 años. Se observa que el trastorno a veces emerge a partir de una historia de inhibición social o de timidez en la infancia. En otras ocasiones, puede seguir bruscamente a una experiencia estresante o humillante, o puede surgir de forma lenta e insidiosa. No es habitual una primera aparición en la edad adulta, a no ser después de cambios vitales que requieran nuevos roles sociales.

El maltrato infantil y la adversidad psicosocial son factores de riesgo para el trastorno de ansiedad social; sin embargo, no se evidencia de dichas adversidades su papel causal en la aparición temprana del trastorno de ansiedad social.

Los rasgos que predisponen a la ansiedad social, como la inhibición conductual, están muy influenciados genéticamente. La influencia genética está sujeta a la interacción gen-ambiente; por tanto, los niños con alta inhibición conductual son más susceptibles a las influencias ambientales (como p. e. el modelado de la ansiedad social por los padres). Además, el trastorno de ansiedad social es hereditario.

En muchas ocasiones los fóbicos o con ansiedad social no se comportan de forma asertiva en la interacción social, y son excesivamente sumisos o por el contrario pueden ejercer un gran control sobre las conversaciones. Además, sus posturas corporales pueden ser excesivamente rígidas, con un contacto visual inadecuado, o hablar con una voz demasiado suave. Generalmente estas personas son tímidas o retraídas y poco abiertas en las conversaciones, y reticentes a la hora de hablar  acerca de sí mismas.

Las personas con trastorno de ansiedad social tienden a menudo a sobrevalorar las consecuencias negativas de las situaciones sociales y, por lo tanto, es importante  el diagnostico clínico que debe confirmar si la actitud es desproporcionada o no. Asimismo, al realizar este juicio debe tenerse en cuenta el contexto sociocultural del individuo. Por ejemplo, en ciertas culturas se podría considerar socialmente apropiado algún comportamiento (que podría verse como una señal de respeto), y que en las demás se podría identificar como de ansiedad social.

El tratamiento psicológico más frecuente y efectivo, es la Terapia Cognitivo Conductual (TCC),  y como núcleo central de la misma, la técnica más utilizada es la restructuración cognitiva de Aarón Beck. Ésta se centra en detectar y corregir los errores cognitivos de los fóbicos sociales, darles más recursos para enfrentarse a las situaciones que temen y con ello poder evitar las recaídas.

El tratamiento también incluye, además de reestructuración cognitiva, conceptualización del problema, exposición a las situaciones temidas, entrenamiento en habilidades sociales y entrenamiento en respiración controlada. En ocasiones es necesaria la administración de ansiolíticos por los altos niveles de ansiedad, y también es recomendable la administración de antidepresivos en el caso que el trastorno esté acompañado por depresión.

 

Más información en https://curarlaagorafobia.com/por-que-tenemos-fobias/

 

Referencias Bibliográficas:

Manual diagnostico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V), 5a Ed. Arlington, VA, DSM-V de la American Psychiatric Association (APA), 2014.

Badós A. (2009). Fobia Social. Facultat de Psicología de la Universitat de Barcelona. Departament de Personalitat, Avaluació i Tractament Psicològics

María Dolors Reñé Prats

Psicóloga Clínica – Praxis Centre Psicològic